Una Mañana con Matías
/La vida del pequeño Matías y la de muchos bebés, está marcada por un suceso histórico sin precedentes: Una pandemia.
Pequeñito, en un mundo tan grande.
Su madre vino a mi estudio una semana antes de que se decretase el estado de alarma. Todo era normal, aunque había tensión, había que lavarse mucho las manos, decían, aunque…
…la vida estaba a punto de cambiar para siempre
(a pesar de que algunos olvidan demasiado pronto y vuelven a actuar como si nada).
El reportaje fotográfico de Matías ha marcado mi vida, pues la sesión de maternidad de su madre fue la última que hice antes del encierro y su sesión de recién nacido fue la primera que hice después de pasar más de 2 meses encerrada, justo cuando pasamos a Fase 2.
Por su seguridad me traslade yo, hicimos su sesión newborn a domicilio. Callejee un poco en aceras vacías, aunque algún alma con mascarilla se dejaba ver.
Subí las escaleras y ahí estaba el pequeño Regalo De Dios: Matías.
Yo no tengo fotos de cuando nací, pero sé que meses antes de mi nacimiento hubo un terremoto devastador en ciudad de México, está claro que eso definió mi vida, y sobre todo los recuerdos que mi madre y mi familia tienen sobre mi nacimiento. Mi familia se mudó a una zona lejana de la capital por temor a las réplicas y mi madre pasó mucho miedo durante mis últimos meses de gestación. Mi familia volvió a la casa donde vivían antes del temblor cuando yo nací, pero seis días después de mi nacimiento explotó una gasolinera que estaba escasos kilómetros de la casa, así que mi padre y mi madre, como María y José, huyeron lejos del centro de la ciudad, y eso hizo que todo cambiara para siempre. Probablemente soy “el mala suerte” del que habla la canción de la Maldita Vecindad.
Si hubiera fotografía de los lugares en los que estuvo mi madre esos días, sería un tesoro invaluable, seguro. Ahora solo puedo recurrir a los periódicos.
Muchas veces yo le digo a la gente: el día que te entrego tus fotos, tus fotos no valen nada pero cada día que pasa se hacen más valiosas pues es lo único que puedes hacer para detener el tiempo, para encapsularlo, no hay otra cosa más. Pues así como a mí, muy probablemente la vida del pequeño Matías. Y sobre todo insisto en: Imprime, tus fotos, haz algo con ellas, porque si no, es como si no hubieras hecho nada, es una pena soterrar las fotos en un disco duro, en un móvil.
Cuando Matías sea mayor y pueda mirar hacia atrás tendrá imágenes reales de lo que fue su casa en un momento histórico. Del pequeño pesebre en el que paso sus primeros días. La pequeña casita que fue el nido de amor de sus padres y que también fue su techo sus primeros días. Matías podrá ver ese lugar, y transportarse cada vez que vea sus fotografías.
Seguro que su madre jamás se imaginó la carga sentimental que tendría para ella y para su familia todo su reportaje, y cuando Matías tenga mi edad, hablará de la antigua casa, de la pandemia, y mirará sus fotos, y sabrá con certeza cómo era el refugio de amor que sus padres tenían para él. Ese lugar donde todo era amor, donde le protegieron de todo peligro.
Hoy sus padres comienzan una nueva vida, en una nueva casa, en una nueva normalidad, con una familia ampliada, una hermosa familia de 5 (no olvidemos a la parejitas de hurones) y quiero desearles de todo corazón lo mejor de lo mejor en esta nueva etapa.
Mucha gente cree que las 4000 fotos de carrete del móvil valen para algo, puede que sí, pero muchas veces acaban en el ciberespacio, olvidadas, soterradas, y no dudo que haya joyas, pero son víctima del naufragio y de las tormentas de las nuevas tecnologías. Nubes, a las que les caen rayos y perecen.
Recuerdo haber escuchado decir a Werner Herzog que éramos coleccionistas de basura con nuestros móviles, y redes sociales.
No puedo esta más de acuerdo.
TODA La Paz DEL MUNDO EN UN PEQUEÑO LUGAR. UN REFUGIO DE AMOR EN UN PLANETA CONVULSO